Como cada año a mediados de febrero, cientos de turistas, fotógrafos y curiosos se reúnen en el parque natural de Yosemite para presenciar un fenómeno que solo ocurre por esta época: el momento en que la luz y el agua confabulan para convertir Horsetail Fall en una cascada de fuego.

Para que la cascada llegue a brillar como la lava tienen que darse unas condiciones que van más allá de la orientación del sol.

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En primer lugar, tiene que haber una cascada. Si no hay suficiente nieve, no se fusionará suficiente agua para formar Horsetail Fall, una cascada de 480 metros de altura que cae por la cara este de El Capitán.

Al mismo tiempo, las temperaturas tienen que ser lo bastante cálidas durante el día para que la nieve se derrita y el agua fluya.

En segundo lugar, el cielo tiene que estar despejado. Si está nublado, los rayos del sol no iluminarán la cascada (las nubes son el peor enemigo de los curiosos que acuden por estas fechas a ver la cascada de fuego).

Por último, el día tiene que estar atardeciendo: es entonces cuando la luz de febrero (y la de octubre, pero entonces no hay agua) se posa sobre la cascada. Si todas las condiciones se cumplen, Horsetail Fall arderá durante diez minutos al día. Este año se espera que ocurra del 15 al 26 de febrero.

La primera imagen de la cascada de fuego de Yosemite fue tomada en 1973, pero el fenómeno no alcanzó su fama actual hasta el auge de la fotografía digital y de Internet. Es decir, hasta hace solo unos pocos años.

Cascada artificial hecha con carbón incandescente

El fenómeno se conoce en inglés como Yosemite natural Firefall para distinguirlo del Yosemite Firefall , un evento de verano que comenzó en 1872 y duró casi un siglo. Se hacía una hoguera en el mirador Glacier Point y se iluminaba artificialmente el acantilado con la brasa del carbón.

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Desde la distancia, daba la impresión de estar viendo una cascada de fuego. La tradición fue prohibida en 1968 con el fin de preservar el valle.

[ Yosemite Firefall vía Traveler ]