Decía Séneca que la muerte es un castigo para unos, un regalo para otros, y un favor para muchos. Yo añadiría que, para muchos también, la certeza de saber que van a morir un día ha sido motivo de mucha ansiedad. Imaginar entonces lo que se siente segundos antes de morir debe ser escalofriante. ¿O quizá no tanto?