
Las consideramos una plaga tan infecta que se han ganado el apelativo de las ratas del aire, pero ¿realmente son tan peligrosas? El sociólogo Colin Jerolmack se embarcó en una investigación de 150 años, y la respuesta a la que llegó es sorprendente: el odio a las palomas es infundado.
Todo empezó, paradójicamente, con una cagada de paloma. Jerolmack salió a un parque a pensar cómo se podían mejorar las zonas verdes de Nueva York y la respuesta le cayó encima. Sin embargo, en lugar de abogar por exterminar a esos pequeños retretes con alas, el sociólogo se preguntó por qué las odiamos tanto.